jueves, 5 de abril de 2007

La peluqueria del diablo.


El se llamaba Bruno y era peluquero, aunque él se presentara como campeón de pool.
Era un hombre flaco, pelado y con una barba mas blanca que la nieve misma.
Era lo mas parecido a un científico loco, a un profeta chiflado anunciando el fin del mundo.
Su peluquería se encontraba en la esquina de Campichuelo y Venancio Flores, al costado de las vías del Sarmiento.
Venancio Flores era una calle corta , de solo dos cuadras, paralela a las vías.
Es de extrañar que en las guías de calles Lumi de los años 94-95-96 no figure.
Esta calle de casas bajas y verdes por la humedad estaba poblada de ratas y gatos, misteriosamente nunca nadie vio algún vecino caminar por ahí.
El interior de la peluquería trasladaba automáticamente a otra época, las paredes mostraban el paso del tiempo que no se había apiadado del lugar.
Una de las paredes todavía tenia ladrillos de adobe, que dejaban ver sus bigotes de pasto seco de quien sabe cuantos años atrás.
Había una repisa con tres trofeos totalmente deslucidos, uno con un jugador de fútbol que hacia equilibrio con una pelota en su rodilla.
Su orgullo era el sillón de peluquero que había comprado en el mercado de pulgas diez años atrás, decía que provenía de Francia.
Era de hierro, a pedal, con un respaldo forrado en cuero negro. “Cuero, cuero” solía decir.
Tenia dos espejos, Bruno usaba solo uno con sus clientes, y el otro permanecía oculto bajo una sabana con una inscripción que dejaba leer “Petit Hotel”.
Eugenio, el mozo de “Lo de Arturo”, un pintoresco bar del barrio que se encontraba en frente de la peluqueria, contó alguna vez haber pasado temprano a la mañana y haber visto a Bruno hablar con el espejo recriminándole “el ultimo tiro”.
A Eugenio lo echaron ya que consumía mas ginebra de la que vendía.
En el medio del local se levantaba enorme, una mesa de pool.
Era verdaderamente una reliquia, en cada una de sus buchacas descansaba una tétrica gárgola de bronce que aparentaba mas defenderlas que adornarlas.
El paño dibujaba los millones de partidos sobre el jugado.
No había quince bolas. Había siete rayadas, cinco lisas y la negra.
Bruno siempre jugaba con lisas, confiaba demasiado en su destino.
El gancho de la peluquería era una ingeniosa promoción:
“Te corto el pelo,
me jugas,
y si ganas,
no pagas”
Tentaba un cartel en el gran ventanal.
Nadie, en años, gano el preciado corte gratis.

Un mediodía gris de garúa finita un hombre apareció por Venancio Flores, con las manos en los bolsillos y un andar calmo y sereno.
Delgado, de tez pálida, con bigotes finos y pelo negro petróleo.
En la esquina pateo un gato y entro silbando a la peluquería.
-Buen diaaa...- dijo el señor.
-Buenas... lo estaba esperando- desafió Bruno.
-Hoy es el día, estas decidido?- pregunto el hombre mientras se sentaba.
-Si, ya tome una decisión...- dijo el peluquero evitando mirar a los ojos al hombre.
-Y bien, cual es?...- pregunto frotándose las manos.
-Oreja descubierta?
-Bruno... si o no?- exigió el hombre poniéndose de pie.
-No... – exhalo Bruno tomándose el pecho.
-No vas a tener tiempo de arrepentirte, je...- dijo el hombre cerrando la puerta y marchándose por la misma calle por donde había llegado.
Ese día Bruno bajo las persianas a las dos de la tarde.

Al otro día llegaron dos niños al lugar, uno se sentó en uno de los sillones cercanos a la puerta y tomo un ejemplar de “El Grafico”, el otro en el sillón coiffeur.
Bruno le corto el cabello totalmente despreocupado y lo peino rutinariamente.
El niño sin esperar la palabra del peluquero se levanto y tomo uno de los tacos que estaban sobre la mesa.
-Rompo yo...?- dijo el niño.
Bruno asintió con la cabeza.
El niño rompió y creo un verdadero caos en la mesa, aunque no logro meter ninguna.
- Tenes otro tiro y jugas con lisas – dijo Bruno acostumbrado a inventar reglas para ayudar a sus clientes mas pequeños.
Apunto diez segundos y emboco la amarilla en la punta derecha, luego hizo banda y le pego en el centro al 7 de la bola violeta para que esta viaje lentamente a la buchaca del medio.
Le quedaban tres bolas, giro alrededor de la mesa buscando un nuevo tiro y vio la posibilidad de hacer carambola para meter la bola 3.
Disparo magistralmente y emboco la bola roja en la esquina izquierda empujando a la bola azul y a la bola negra al otro lado de la mesa.
Le quedo un tiro largo y recto, emboco la 5 naranja sin ningún problema.
Pegarle a la azul al otro lado era imposible, ensayo un tiro de dos bandas pero rozo una rayada y perdió el turno.
-Mejoraste ...- dijo Bruno aliviado.
Bruno tomo el taco y sin pensar le dio fuerte a la bola 10 que entro en la buchaca del medio imitando una explosión, sin sacar la vista de la bola blanca volvió a tirar, metió la 14 en el medio a la derecha y la 12 en la esquina.
Apunto a la 4 y exhalando disparo, esta vez la bola reboto en la banda cercana a la buchaca y se metió en la tronera de enfrente. Bruno trago saliva y siguió.
Vio en la bola 2 un tiro fácil y disparo, cuando aun la bola blanca giraba grito con una voz demoníaca.
-Nooo, un tiro mas!!!...-
La bola blanca toco a la bola 2 y entro sin ningún rasgo de piedad en la tronera.
-Dos tiros!!! – dijo el niño que estaba sentado.
-Ya lo se...- respondió un Bruno que se desplomaba poco a poco.
El niño saco la bola blanca de adentro de la mesa y la puso en el punto negro dispuesto a ganar el juego.
Las dos bolas que le quedaban, la azul y la negra, estaban de este lado de la mesa, así que tuvo que hacer banda obligatoriamente.
Toco con lo justo a la bola azul y se preparo para su segundo tiro.
Deslizo el taco por sus dedos mas de cincuenta veces, soltó el tiro y metió la azul, la blanca siguió su camino en la banda y al rebotar quedo entre la bola 8 y la tronera donde tocaba meterla. Este era un tiro muy fácil.
Bruno se adelanto velozmente y metió la negra con su mano dejando caer el taco que tenia en la otra.
-Tómatelas... – dijo simplemente.
El niño entendió y no dijo nada mas, dejo el taco sobre la mesa y encaro para la puerta.
Su amigo que había esperado y presenciado el partido, aprovecho.
-Me puedo llevar la revista...? – dijo en tono burlón.
-Llévate lo que quieras...- dijo Bruno metiendo todas las bolas en una caja de madera.
La peluquería nunca mas abrió.
Hace poco con unos amigos trataba de recordar el nombre de este peluquero campeón de pool, no hubo forma.
Ayer pase con el 65, vi las persianas bajas y se me vino a la mente su nombre y esta historia que me pedía salir.

1 comentario:

Fer Nando dijo...

Qué tal:

¿Fuimos vecinos? Yo soy hijo de Bruno . Muy divertido el cuentito, aunque eso de que le hablaba a los espejos deberías ponerlo como "cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia"...