miércoles, 29 de agosto de 2007

Perdida en la ciudad

La ciudad no es buen lugar para ella y lo siente así.
Su gente la abruma castigándola con miradas indiferentes, que ella rechaza con un tímido escudo redondo.
Su paisaje compacta varios edificios de tristes silencios, como montañas olvidadas que custodian su paso final.
Camina errática, buscando respuesta a su pregunta cruel, sabe que atravesar todo este delirio ígneo y arremolinado la arroja de lleno a la cercanía de una flor llena de urgencia. Flor de mínimos pétalos, roja de saber y de tallo grueso que esconde en su interior algo reservado solo para ella. Se adueña de una ultima oportunidad y teme quemarla. Lleva el peso de mil ojos en su espalda, se siente observada, sabe que se adueño de otra memoria, por eso huye, huye con desconfianza, con dolor, con angustias, huye segura.
Huye al sol, un sol desplazado de la tela, un sol que con todas sus fuerzas muerde la tela para no desaparecer, un sol que quiere ayudar, un sol que no la abandona, un sol que se va a los gritos.
En su mano mas transparente se tatuó una frase, "mirar atrás", ella impulsivamente observa esa mano y acata. No ve nada, no ve a nadie, se plantea lo útil de la huida, duda sin moderar el paso.
Sus piernas sienten el viaje e intentan frenar, un instante de reposo fugaz le da aire para seguir, en busca de su verdad, de su esencia, de su ser, no se quiere perder , odia la palabra perdida, se quiere hallar, anhela encuentros cromáticos, espera encontrar.

miércoles, 22 de agosto de 2007

TaXi


El taxi, todo amarillo, doblo sin dudar, su conductor rojo apenas se inclino sin despegar sus manos del volante, al cruzar la puerta acelero firme, paso de la cocina al living, de la cerámica a la alfombra.
Una vez en ese territorio mullido de grandes hilos blancos, llevo su esfuerzo a lo máximo posible y no hubo forma de detener su viaje en dirección al balcón, una vez ahí choco de todas las maneras posibles con Elga, una tortuga que habitaba hace un año este balcón cada vez más pequeño para los dos, luego de intentar en vano enfurecerla metió marcha atrás, giro 180 grados y enfrento nuevamente a la alfombra con la idea de llegar a su cuarto sin rozar obstáculo alguno, el paso por la alfombra esta vez costo demasiado, varias veces el taxi permaneció quieto, inmóvil, sin respuesta.
En ese momento recibió una ayuda impensada, patada medida ponía en funcionamiento otra vez a la maquina, lo obligaba a terminar su travesía, con cierta dificultad olvido la alfombra y al esquivar la pata de la silla mecedora fallo el motor, hubo una ruidosa esperanza que enseguida se esfumo.
-Maaaaa!!!! se rompió otra vez.-
Sebastián esta desolado, surcos transparentes y húmedos recorren serpenteantes su cara.
La angustia por el juguete roto lo ha dejado extenuado.
Bosteza. Fuerza el llanto. Exige lagrimas.
- Son las pilas Sebi, dame un segundo y las cambio.- dice su madre al mismo momento que apaga el cigarrillo en una taza de té que no había terminado de tomar.
Su madre revisa la cartera, encuentra y va al auxilio.
Llega con un chupetín en una mano y las pilas en la otra, Sebi corre hasta ella para abrazarla.
Se detiene, su vista empañada no lo deja llegar a destino, refrega con fuerza su cara, se molesta al encontrar su rostro seco.
Su madre no comprende.
-¿Que pasa Sebi?
- Es que me estoy secando las lastimas.